La impresión 3D (en un entorno más técnico, fabricación aditiva o additive manufacturing) es un proceso por el cual se crea un objeto a partir de un modelo 3D mediante la unión de materiales, generalmente una capa sobre otra, frente a tecnologías sustractivas (mecanizado o fresado) utilizadas en fabricación tradicional.
Son varias las tecnologías que existen para fabricar piezas por impresión 3D y que están siendo ya una auténtica revolución industrial. La posibilidad de eliminar utillajes, de fabricar complejas geometrías, la rapidez en la respuesta a la demanda del cliente y otras ventajas, hacen que la fabricación aditiva suponga un punto de inflexión en la fabricación industrial.
Pero acerquémonos brevemente a la historia de la impresión 3D. En 1986 se patenta el primer proceso de fabricación aditiva, la estereolitografía (SLA) por parte de Chuck Hull, fundador de la empresa norteamericana 3D Systems. Los procesos de fabricación aditiva surgen primero con el nombre de Prototipado Rápido (Rapid Prototyping), ya que en un primero momento esta tecnología se concibió con el objetivo único de crear prototipos. Más tarde se inician las aplicaciones de nuevas tecnologías, como la FDM, Multijet Modeling, SLS, etc.
Gracias a las mejoras tecnológicas, la fabricación aditiva o impresión 3D se encuentra en un punto muy importante de su historia. Sin embargo, aunque esta tecnología presenta importantes ventajas frente a la fabricación tradicional, no pretende reemplazarla completamente y más bien se presenta como un complemento de gran valor.
Algunas de las principales ventajas que ofrece la fabricación aditiva son:
Todavía existen algunas limitaciones que con el tiempo se irán venciendo: tecnología todavía en desarrollo, tamaño limitado de piezas, producción de masa no rentable, etc.